Hasta finales del siglo XIX, los trapeadores y cepillos para alfombras eran las únicas herramientas con las que se contaba para tratar de mantener limpio el ambiente de polvo. Ese mismo año, 1901, pero esta vez en Inglaterra, fue patentada la primera aspiradora, ideada por el ingeniero inglés Hubert Cecil Booth que necesitaba a dos personas para funcionar: una movía un fuelle que creaba un vacío para absorber el polvo y otra empujaba el aparato por la habitación. Su primera tarea importante fue limpiar la alfombra de la Abadía de Westminster, aunque, también hubo otro creador, James Murray Spangler (de Ohio), quien creó una aspiradora portátil que funcionaba con un ventilador eléctrico.
En 1908, William Hoover diseñó las primeras aspiradoras eléctricas que, en un principio, fueron usadas sólo en las industrias, pero que años después, serían comunes en los hogares popularizándose su uso rápidamente por todo Estados Unidos. Hoover diseñó el modelo "O", que tenía ruedas, un mango largo y una bolsa para contener el polvo.
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